A ti,
que perfilas tus labios con la misma delicadeza con la que perfilas tu vida.
Que ríes cuando lloras y lloras cuando ríes, llegando incluso a confundir la diferencia.
Que te levantas del barro y curas tus propias heridas.
A ti,
que te rompes en mil pedazos y te reconstruyes como si de un mero puzle se tratara, aunque las piezas ya no vuelvan a encajar.
Que mueres y revives infinidad de veces al día.
A ti,
que subes escaleras sin peldaños, que te lanzas al grito de ayuda sin paracaídas, sin chaleco antibalas, sin salvavidas.
A ti,
que hueles el miedo a kilómetros, que ahuyentas a lobos, peleas con monstruos y te enfrentas a hombres del saco.
Que no recuerdas tus propios miedos por afrontar los que no te pertenecen.
A ti,
que sales a la calle sin ponerte tus zapatos, pero atando los cordones de otros.
Que sales a la calle sin coger tu abrigo, pero abrochando los abrigos de otros.
A ti,
que a veces olvidas que no solo lo eres todo para los demás, sino que también, lo eres todo para ti misma.
A ti, mujer, a ti.