No corre, vuela

fotografía-Alberto Ortiz
fotografía-Alberto Ortiz

Lo reconozco, duele.

Duele darte cuenta de que por mucho que corras, el tiempo te acaba alcanzando. Pierdes  ventaja cada vez que vuelves tu cabeza con desesperación, para descubrir que ya apenas tenéis distancia. Entonces no hay tregua. No existe pacto posible para detener la caída de los rojos pétalos de esa flor que con el pasar de los días, pierde su belleza. No hay piedad que ralentice esa última gota que resbala  por su tallo. No hay cámara que te devuelva la verdadera imagen que has vivido.

 

El “te quiero” que no llega. El “gracias” que llega tarde. El “perdón” que no llegamos a sacar del cajón del orgullo. Ya nada importa. Los errores que no conseguimos enmendar; las mentiras que no descubrimos; las verdades que escondemos; miedos  no superados por castigos propios infligidos. Tarde. Es tarde. Porque ese “nunca es tarde”, “hay tiempo para todo”, “tienes todo el tiempo del mundo” son algunas de las falsas esperanzas que nos hacen creer que siempre hay un después, un luego, un más tarde.

 

 

Qué bonito  es vivir en el engaño de  creer que el tiempo todo lo cura, cuando no somos conscientes de que tiempo es justo lo que no tenemos. Cómo entender entonces que el tiempo pone a cada uno en su lugar . . .